Dentro de la colmena, las abejas obreras son las más numerosas, con una población que va de
20.000 a 60.000 individuos. El periodo de desarrollo de las obreras dura 21 días, siendo de tres
días la fase de huevo, seis días la de larva y doce días de ninfa. Una vez que eclosionan, las
larvas recibirán
jalea real
durante algo más de dos días —actividad que realizan abejas obreras— y posteriormente su alimento
consistirá en una mezcla de miel con agua y polen. Si nacen en primavera, viven de siete a ocho
semanas, y si es en otoño, entre cinco y siete meses, ya que pasan el invierno en la colmena,
siendo reemplazadas en primavera. Su tamaño es inferior al del resto de individuos de la colmena, y
poseen un abdomen más corto. Además, las
abejas obreras
son hembras no fértiles, teniendo atrofiado su aparato reproductor. Su aparato bucal está, en
cambio, muy desarrollado, adaptado a la actividad de pecoreo que realizan.
Cuando ya son adultos, las abejas obreras realizan distintos trabajos en la
colmena, limpiando las celdillas los tres primeros días, dedicándose los seis días siguientes a
segregar jalea real para alimentar a las larvas y darles calor, y a partir de los diez días de su
existencia ventilan la
colmena
con el movimiento de sus alas, segregan cera, fabrican miel, construyen y reparan con su cera las
celdas para la
abeja-reina,
y la acompañan. A partir de los veinte días de vida vigilan el colmenar para impedir la entrada de
otros insectos peligrosos para la comunidad, y una vez lograda la posibilidad de volar, salen al
campo y pasan a ser recolectoras, libando polen, néctar y resinas. A partir de las resinas elaboran
el
propóleo.
Su cuerpo está preparado para transportar estos preciados elixires, ya que a ambos lados de sus
patas traseras tienen una especie de cestillos donde depositan el polen, llevando el néctar dentro
de un buche intestinal. También transportarán agua, necesaria para regular la temperatura y nivel
de humedad de la colmena. Esta actividad es continua, sin treguas, hasta el final de la existencia
de la obrera. El proceso de fabricación de la
miel
comienza en las mismas plantas, que contienen el néctar en la base interior de las flores. En este
momento, ocurre la importantísima acción de polinización, a la que tanto contribuyen. Estas
recolectoras, o pecoreadoras, guardan el néctar en su buche por un tiempo, transformando la
sacarosa de la miel en glucosa. De vuelta al panal, extraen el néctar y se lo transfieren a otras
abejas obreras. Éstas, mediante un proceso de deshidratación gota a gota, por la extracción e
introducción del néctar en su buche, —de 80 a 90 veces— y por la acción de sus propias enzimas,
convierten el néctar en miel.
La abejas obreras desde que nacen van pasando por distintos trabajos en el
interior de la colmena: Hacer cera —cereras—, limpiar las celdas —limpiadoras—,
alimentar a las larvas —nodrizas—, proteger la colmena —guardianas—, y en su última
etapa, recolectar de las flores el néctar y el polen —pecoreadoras—, siendo las auténticas
trabajadoras de la colmena. Las abejas obreras pueden volar alejándose unos 3 km. de distancia de
la colmena, aunque lo normal es que no se alejen más de 1 km. en la actividad del pecoreo, buscando
flores. La
abeja obrera
regresa a la colmena y mediante una danza especial avisa a las demás obreras si ha localizado un
buen sitio para pecorear, informando con estos movimientos de la posición y distancia del mismo.
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