Se entiende por apicultura la actividad de cría y cuidado de las abejas, con el fin de
conseguir para su explotación industrial y comercial los productos de su laboriosidad, siendo el
principal la miel.
Las abejas se alimentan de polen y néctar, por lo que viven y se desarrollan en
aquellos hábitats con profusión de plantas y flores de distintas especies. La Apis mellifera
es un insecto social y la especie más conocida, vive en enjambres con una clara estructura y
organización social.
En sentido más amplio, la apicultura es la industria que se dedica a la
producción, recolección, y comercialización de la
miel,
así como al cultivo de enjambres, fabricación de enseres, ropa de trabajo, colmenas y materiales
necesarios para esta actividad, además del envasado y distribución de otros productos derivados de
las abejas: Ceras,
propóleo,
jalea real,
productos de belleza y cosmética. El principal producto que se obtiene en la
apicultura,
la miel, es un indicador del bienestar de la zona donde se produce. Si hay abejas, hay
polinización, por lo tanto hay beneficio para el medio ambiente. Cuanta más producción, más
beneficio. La actividad del pecoreo de las abejas lleva a la polinización, y de ahí su gran
importancia medioambiental. Las
abejas
y otros polinizadores son de vital importancia en cultivos que proporcionan nutrientes esenciales
en regiones del planeta con problemas de desnutrición. Se estima que una tercera parte de los
alimentos humanos son polinizados por insectos, especialmente las abejas, que a veces realizan
vuelos de hasta 12 km.
De manera similar a la ganadería, la apicultura requiere que se realicen
traslados de las colmenas de unas zonas a otras para aprovechar las distintas floraciones según la
temporada, lo que le da un carácter itinerante. Igualmente, los
apicultores
al retirar la miel en la recolección, que es el alimento natural de las abejas, han de ofrecerles
otro similar para asegurar la salud y laboriosidad futuras de la colonia; normalmente les
suministran un tipo de sacarosa de maíz. Para recoger la miel, se extraen los
panales
o tableros, retirando el sellador de cera que cubre las celdas, se escurre entonces la primera
miel, y posteriormente se centrifugan para obtener el resto. Es en este proceso donde se produce la
separación de una buena parte de la cera de la miel. A continuación la miel es filtrada eliminando
así partículas e impurezas, y en algunos casos se somete a uperización —la aplicación de un chorro
de vapor muy caliente durante más o menos un segundo—. Este método, utilizado en la miel
industrial, la esteriliza e impide que cristalice, pero se debate si también se pueden romper o
modificar sus moléculas, restándole sus propiedades naturales, como la acción antibacteriana. En la
fabricación artesanal de la miel, sin embargo, no se realizan procesos de pasteurización ni
adulteración, para que mantenga todas sus propiedades y beneficios, con la garantía de una óptima
conservación.
Antes de su envasado para distribución comercial, la miel se deposita en
contenedores donde tiene lugar la homogeneización y maduración del producto. Los
panales de abejas
pueden volver a utilizarse con sus celdas construidas, aunque se hayan centrifugado, y la cera que
se separa en este proceso se utiliza para la industria de velas y jabones principalmente, y como
base de los panales —cera estampada— lo que facilita y acorta la labor de las abejas en la
siguiente producción. Para obtener el polen, las colmenas disponen de los «atrapapolen» con
pequeñas perforaciones —4 o 5 mm.— que obliga a las abejas a soltar el polen en un cajón colocado
al efecto.
Podemos degustar miel de múltiples sabores: Miel de romero, azahar, almendro,
eucalipto, acacia, aguacate, níspero, madroño, etc., pero hay muchos otros
tipos de miel
más. Estas son solo algunas de las variedades que la naturaleza ofrece y que se pueden encontrar en
las tiendas.
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